miércoles, 10 de junio de 2015

TECNOLOGÍA Y SALTO DE CONCIENCIA

Vivimos un momento  absolutamente alucinante en la historia de la humanidad, solo comparable a aquel prodigio al que los antropólogos denominan "el eslabón perdido".

Nuestro ser ha sido ampliado. Vemos más, mucho más, que nuestros antepasados más cercanos (y así es porque, por lo general, cuanto más jóvenes somos, mucho más vemos). Oímos más. Nos comunicamos más. Viajamos más (así en el tiempo como en el espacio). Nos relacionamos más. Todo es más, dentro y fuera de nosotros.

Esto que digo no es una canalización (que yo sepa). Se trata simplemente de una simple constatación de los hechos fundamentales de esta Era Tecnológica que nos ha convertido a todos (yuppies, hippies, hipsters, brokers, fontaneros, carpinteros, bailarines y amos de casa) en una especie de cíborgs todavía no integrados que empiezan a darse cuenta de que toda su realidad ha sido ampliada.

Vemos más que ninguna generación anterior, pues vivimos en un mundo colmado de imágenes creadas por hombres y mujeres contemporáneos: cine, televisión, arte, artes gráficas, diseño, etc. Imaginemos a los habitantes de la Vall de Boí en la Edad Media. La mayor parte de aquellas gentes las únicas imágenes creadas por el ser humano que iban a ver a lo largo de toda su vida eran aquellas pinturas que aún hoy admiramos. Desde luego, nuestra visión ha sido generosamente ampliada.

Vemos más imágenes y con increíble precisión. Ayer tomé conciencia de ello viendo un documental de la2 sobre insectos. Me resultó fascinante relacionar la imagen del ala de una libélula ,vista en HD y sobre la que centelleaban unas gotas de rocío, con la visión que tuvieron mis abuelos del mundo de las libélulas. Nosotros podemos ver hormigueros por dentro, estudiar -desde el cómodo sofá de casa- una realidad oculta a los ojos de nuestros antepasados, y con una riqueza de detalles y una accesibilidad que ni el más osado científico del siglo XIX hubiera podido ni tan siquiera imaginar posible.

Esto es también así  por lo que respecta a nuestra capacidad de audición: la cantidad y variedad de música a la que hoy tenemos acceso es casi infinita. La calidad con la que podemos degustar este inmenso menú, sobrecogedora. La oferta de eventos musicales en nuestro entorno no cesa de crecer. Pensemos en aquellos aldeanos gallegos de principios del siglo XX que toda la música que oían era la que ellos mismos cantaban y tocaba, música rica y generosa que he tenido la suerte de poder degustar muchas veces durante los cinco años que fui gallega (sin haber dejado aún de serlo). Cualquier comparación resulta sencillamente asombrosa.

Respecto a la capacidad de comunicarnos, ya sea con otros como con nosotros mismos, ha crecido agigantadamente. Telefonía, mensajería instantánea, chats, redes sociales… Eso por lo que respecta a la comunicación exterior. Psicoanálisis y psicoterapias varias, meditación, yoga, relajación, visualización, biodescodificación, coaching… Viajamos más (más lejos, a más lugares, con más frecuencia)... Vivimos más experiencias que nos ayudan a conocernos más y mejor. Solo algunos pocos pudieron en el pasado acceder a degustar la vida con la plenitud de espectro que nosotros tenemos a nuestro alcance experimentar hoy en día.

Nunca antes pudimos conocer la historia de la humanidad con tanta facilidad de acceso a incontables documentos y documentales, conferencias, cursos online y presenciales. La Universidad es demasiado cara, de acuerdo, pero todos podemos ir de oyentes a muchas clases y conferencias. ¡Bendito sea YouTube, que tan lleno está de basura como de sabiduría al alcance de todos nosotros!

Lo tenemos todo a la distancia de un clic. El Universo entero mostrándose en fotos de la NASA y comunicándose a través del Comandante Ashtar Sheran, lor arcturianos, los pleyadianos y otras buenas gentes de otros planetas y dimensiones... Con quienes tengan a bien escucharlos. Aunque en este caso pienso que no hay comunicación más valiosa entre el ser humano y el Universo  que la que surge al contemplar el cielo nocturno en una noche clara sin contaminación lumínica... Y aquí, quizás solo aquí, nuestros antepasados nos llevaron ventaja.

Vivimos en una realidad ampliada como nunca antes el ser humano haya conocido. Llegados a este punto, estoy segura de que tú, como yo, te estarás preguntando:

¿PARA QUÉ TODO ESTO, 
SINO PARA IMPULSAR UN GRAN SALTO HACIA ADELANTE?

La tecnología es solo nuestro trampolín, nuestro columpio. No olvidemos que cada uno de nosotros es el único responsable de su propio salto.



martes, 9 de junio de 2015

LOS TILOS, EN JUNIO

En junio, los tilos.
Quisiera vivir siempre envuelta en su aroma.
Aunque, si así fuera, no los olería.
Los tilos, en junio.



domingo, 7 de junio de 2015

¿PARA QUÉ SALTAR?

Ascendía
Caminaba a oscuras y con miedo
Sin dejar nunca de ascender, subía.
El camino era abrupto y, con fatiga,
Jamás dejé de subir, pues me elevaba.
Faltaba el aire y, aun ahogándome, me encumbraba.
Y fue así como un día,
Un día como otro, o como ninguno,
Se hizo la luz y me sorprendió en la cima.
La cima desde la que se percibe la totalidad del camino.
La cima donde el horizonte se agiganta.
La cima en la que el único peligro 
Es agigantarme yo,
Despreciando la menudencia
De cualquier ser diminuto en la distancia:
Error de perspectiva de quien aún no ha aprendido
El sutil arte de ver con los ojos cerrados.
Cierro los ojos. Respiro: oscuridad sin miedo.
Y siento. Solo siento. Todo siento.
La montaña bajo mis pies.
La inmensidad sobre mi cabeza.
Y yo… Sea quien sea ese yo al que nombro y desconozco.
En el sentir estoy, sintiendo
La presencia de un columpio
Péndulo del infinito. 
¿Para qué columpiarme? 
¿Acaso para calmar la sed de mi niñez perdida? 
¿O tal vez para impulsar mi gran salto hacia delante?
Una acrobacia mucho más allá del miedo, 
De todos mis miedos, 
De todos mis límites, 
De todas mis inseguridades.
Un salto de confianza absoluta en la fuerza de mis alas,
Invisibles e inútiles, cuando los pies se aferran al suelo.
Inútiles e invisibles, me recuerdan a coro todos mis demonios.
¿Para qué saltar, sino para callarles la boca?
A mis miedos Astutos maestros de coraje.
A mis límites Desafiantes maestros de superación.
A mis inseguridades Insidiosas maestras de autoestima. 
Y en el columpio me columpio Me columpio Me columpio
Sobre un abismo de abismos me columpio.
Y el abismo abismalmente me recuerda:
“¡Ahora es la hora! ¡Ahora! ¡Ahora!
De soltar y saltar. De saltar y volar. Ahora.
Hacia el recuerdo de quién eres Ahora.
Para descubrirte inabarcable Ahora. 
Ahora Solo ahora. Siempre ahora.
Ahora o nunca”.

Poema con el que dije que sí a una propuesta que me ha llevado a participar en la Fiesta de la Poesía de Rubí, mi ciudad, tras 34 años de ausencia: la última vez que lo hice tenía 14 añitos y muchos sueños. Como es hora de despertar, volver ha sido divertido, como columpliarse sobre el abismo pero amando al abismo.