En el recorrido de El Camino de las Trece Ocas, cuando llegamos a esta casilla me gusta reflexionar entorno a ese perverso triángulo dramático en el que solemos quedar atrapados y del que ya hablé en otra ocasión: salvador-víctima-perseguidor. Porque esa es la cárcel, la cárcel del ego, y la puerta se abre ante quien deja de interpretar esos papeles y asume la responsabilidad sobre su vida.
Si puedo hablar sobre La Cárcel, si puedo hacerlo sobre cada casilla del Juego de la Oca con esa fuerza de la que ayer me hablaba una de las participantes en el taller, es sencillamente porque las he vivido con toda su intensidad hasta que -a base de mucho sufrimiento- he logrado iluminarlas con la luz de la Consciencia: yo fui prisionera (víctima) y carcelera (perseguidora) a un mismo tiempo, y lo descubrí con vergüenza... Aceptarlo fue la llave que abrió la celda de mi cautiverio y me otorgó esa indispensable humildad que espero nunca me abandone. Mi salvadora fui yo, porque los tres papeles me pertenecían como te pertenecen a ti cuando interpretas tu papel favorito. Sea cual sea, es solo un papel. En verdad todos somos mucho más grandes, nuestras capacidades apenas han sido explotadas y lo mejor de nuestras vidas nos aguarda a la salida de esa cárcel... En el Jardín de la Oca.
Claro que habrá que estar largo tiempo vigilantes, porque las balas silbarán a nuestro alrededor como en la apoteosis de un western. Tendremos que ser como Neo, el protagonista de Matrix, y esquivarlas todas una a una si no queremos regresar a nuestro triste encierro. Al principio, algún que otro rasguño herirá nuestras carnes, y habrá pequeñas hemorragias. Pero poco a poco y con insistencia, regresaremos una y otra vez a nuestro centro (nuestro centro de poder y de equilibrio, ese punto central desde el que ordenar nuestra vida), y cada vez pasaremos menos tiempo interpretando un papel en el drama.Porque la vida no es un drama, sino una oportunidad de descubrirte como el héroe o la heroína de tu propia aventura iniciática. Por eso: sal de la cárcel.
Si puedo hablar sobre La Cárcel, si puedo hacerlo sobre cada casilla del Juego de la Oca con esa fuerza de la que ayer me hablaba una de las participantes en el taller, es sencillamente porque las he vivido con toda su intensidad hasta que -a base de mucho sufrimiento- he logrado iluminarlas con la luz de la Consciencia: yo fui prisionera (víctima) y carcelera (perseguidora) a un mismo tiempo, y lo descubrí con vergüenza... Aceptarlo fue la llave que abrió la celda de mi cautiverio y me otorgó esa indispensable humildad que espero nunca me abandone. Mi salvadora fui yo, porque los tres papeles me pertenecían como te pertenecen a ti cuando interpretas tu papel favorito. Sea cual sea, es solo un papel. En verdad todos somos mucho más grandes, nuestras capacidades apenas han sido explotadas y lo mejor de nuestras vidas nos aguarda a la salida de esa cárcel... En el Jardín de la Oca.
Claro que habrá que estar largo tiempo vigilantes, porque las balas silbarán a nuestro alrededor como en la apoteosis de un western. Tendremos que ser como Neo, el protagonista de Matrix, y esquivarlas todas una a una si no queremos regresar a nuestro triste encierro. Al principio, algún que otro rasguño herirá nuestras carnes, y habrá pequeñas hemorragias. Pero poco a poco y con insistencia, regresaremos una y otra vez a nuestro centro (nuestro centro de poder y de equilibrio, ese punto central desde el que ordenar nuestra vida), y cada vez pasaremos menos tiempo interpretando un papel en el drama.Porque la vida no es un drama, sino una oportunidad de descubrirte como el héroe o la heroína de tu propia aventura iniciática. Por eso: sal de la cárcel.