sábado, 15 de julio de 2017

CELEBRANDO EL CAMINO

Sí, creo que es importante tener metas, objetivos. Pero más importante todavía es conocernos a nosotros mismos para no cometer el error de poner nuestra determinación, nuestra pasión, nuestra energía en objetivos que no nos pertenecen. O hacer y hacer y seguir haciendo como respuesta a una necesidad inconsciente de lograr el amor y el reconocimiento que no sentimos en el hogar de nuestra infancia. Todo eso no sirve para realizarse y, por lo tanto, por más empeño que pongamos no nos hará felices.
Desde luego que hay que tener metas, un horizonte hacia el que avanzar. Pero lo más importante es disfrutar de cada paso que damos, regocijarnos en cada metro recorrido, abiertos a la maravilla de lo que el camino tiene para regalarnos... Porque, si somos realistas, nadie tiene la certeza de sobrevivir a la noche, ni siquiera al instante siguiente, ¿para qué postergar la felicidad al momento en el que los objetivos sean alcanzados? Cualquier proyecto que emprendamos debería tener como prioridad el gozo en cada una de sus fases, sin que tal cosa signifique una búsqueda vacua de un hedonismo a ultranza. Cualquier viaje debería considerar la relevante importancia del trayecto: el destino del caminante es el Camino, y el Camino no es otra cosa que un eterno viaje de autodescubrimiento hacia el despertar de la consciencia de lo que somos, de lo que Es. Nadie podrá caminar por nosotros el Camino, porque cada camino es único, personal e intransferible. Por eso, no sigamos mapas ajenos y usemos como única brújula la escucha consciente de la canción de nuestro corazón salvaje. Mientras caminamos... Bailemos, celebremos, abrámonos, abracemos... Y, por favor... ¡Amemos(nos)!

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