martes, 20 de octubre de 2015

EL GRAN SALTO

Como seres humanos, todos somos peregrinos en un largo camino colectivo que, desde los más remotos orígenes de la humanidad, nos ha llevado a conquistar cotas cada vez más altas de conciencia… Hasta llegar al momento actual, un tiempo complejo y trascendente como ninguno en el que la cima de esa montaña que hemos estado escalando se encuentra abarrotada de gente como tú, como yo, como nosotros y nosotras, anhelantes todos de un tiempo nuevo para la humanidad.
Al llegar a la cima, hubo ocasiones en las que nos sentimos superiores a los que iban ascendiendo por tramos anteriores del camino y quisimos aleccionarlos, sin comprender que cada cual tiene su momento perfecto para llegar a la cumbre. Desde hace un tiempo, al fin hemos aceptado que tras cada acontecimiento existe una perfección oculta, invisible la mayor parte de las veces para nosotros, sobre todo cuando estamos involucrados en dichos acontecimientos. Hemos comprendido que la realidad se extiende muchos más allá de lo aparente y que nosotros mismos somos muchísimo más que lo que creíamos ser. Lo hemos comprendido y ahora nos toca experimentarlo.
Los que abarrotamos la cumbre estamos bloqueando el acceso a los que están a punto de acceder a ella. Nuestra responsabilidad individual y colectiva es seguir avanzando. Pero, ¿avanzar hacia dónde? El camino parece haber terminado, se diría que hemos llegado a lo más alto... ¿Será que avanzar es dar un salto al vacío, un salto de fe y esperanza a fin de experimentar las más altas cotas de ese amor incondicional que todos somos y, paradójicamente, todos estamos anhelando?
¿Para qué saltar? Ante todo, por responsabilidad colectiva… Pero también por la voluntad individual de manifestar una mejor versión de nosotros mismos. Hemos llegado a la cima, ¿por qué conformarnos? Podemos sentir que hay una vida nueva esperándonos más allá del salto pues, si hay más conciencia, todas nuestras experiencias van a engrandecerse y, al enriquecerse de este modo nuestra experimentación, nuestras vidas se transformarán prodigiosamente aportándonos más plenitud, más paz, más alegría y una mayor realización.
Pero, ¿cómo saltar? El abismo nos asusta mucho. En su oscuridad habitan todos nuestros miedos. La prueba es definitiva y se exige coraje, el coraje de columpiarnos sobre el abismo mientras nuestros demonios personales nos recuerdan que nunca lo conseguiremos. Cuando el columpio vaya hacia adelante, vislumbraremos el camino de la esperanza, pero este rápidamente desaparecerá y de nuevo llegarán las voces del abismo dispuestas a robárnoslo todo... O poniendo a prueba nuestra voluntad y nuestro compromiso con esa vida nueva, con esa versión mejorada de nosotros mismos que espera poder nacer de las cenizas de lo que ya no somos
Y así, yendo y viniendo en el columpio, podemos pasarnos toda la vida, si queremos… O, peor aún: podemos decidir abandonar la cumbre descendiendo por el doloroso camino que nos ha traído hasta ella. Aunque quizás la única pregunta que deberíamos plantearnos sea esta: ¿POR QUÉ NO SALTAR? Sabemos que ir más allá del salto significa trascender los miedos y hacerlo definitivamente. ¿Te imaginas poder vivir una vida sin miedo, consciente de tu poder y ejerciéndolo con sabiduría? ¿Puedes imaginarlo? Pues deja de imaginar, deja de columpiarte y… ¡SALTA!


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